El Partido Socialista cayó en las elecciones municipales víctima de la crisis y de la desnaturalización, lo que ha conllevado una pérdida de afecto de los ciudadanos que le costará trabajo remontar. Todo comenzó cuando se creó la marca ZP en detrimento de las siglas PSOE. Los avances en derechos ciudadanos han sido rápidamente eclipsados por la realidad del apagón económico, y el coste electoral que tiene la embestida del desempleo es muy difícil de contrarrestarlo cuando la gelatina, en el menú, hace de primer plato.
Dándose por hecho que los responsables van a asumir sus responsabilidades y que la derrota, en sí misma, conlleva penalidad suficiente. Lo que procede es mantener la serenidad y poner en marcha, en el momento oportuno, los procesos orgánicos establecidos para la elección de los cargos que sustentaran en el futuro la credibilidad del discurso, el programa y el rearme moral. Articulando una nueva relación de poder entre el Partido y su líder.
No queda mucho tiempo para las elecciones generales y autonómicas, y para entonces tienen por delante muchas piezas que ajustar y que ponerlas a punto. Al Partido Socialista no le falta capacidad ni capital humano para hacerle frente a lo que queda por venir, pero sería muy acertado que a más de uno le recomendaran la lectura de El viejo y el mar.
Salud.