Hay tribunales para casi
todas las necesidades que tengan los ciudadanos, con carácter nacional o
internacional, y todos parecen que funcionan bien, aunque lo de impartir
justicia no siempre tengan una relación directa con ellos.
En nuestro país los procesos
judiciales acaparan gran parte de la atención que dedican los medios de
comunicación a tratar la actualidad. Y podemos observar con asombro cómo se
imparten condenas o enjuiciamientos a los mismos jueces. Lo que nos crea
incertidumbre y al mismo tiempo una sensación de mareo que nos obliga a
inhibirnos o abandonar cualquier pretensión que se tenga de conocer unos
procedimientos jurídicos que nos sobrepasan. Aunque eso no evita que cada uno,
en su juicio interno, ya tenga por concluida la resolución de por qué lado,
salvo excepciones, suele caer la culpabilidad o las sanciones.
Cuando pasen las elecciones
europeas, una vez analizada la participación y los resultados obtenidos por los
Partidos, tendremos un nuevo contexto político y también judicial, si es que se
decide, a la vista de la situación en la que nos situemos, terminar ya de una
vez con el casos de los sobresueldos, muy parecido en sentido abstracto a un
roast beef; el lechazo de los bankia; el ajoarriero de los eres o nuestro
ceviche local.
Pero, hasta que llegue ese
momento, que será en breve, no he visto nada más compuesto y serio que el
jurado formado por los cocineros del programa televisivo "Master
Chef". Es como si ya superadas todas las deficiencias que en una sociedad
civilizada en el siglo veintitrés pudieran concurrir, un cocinero tuviera mayor
importancia que un lector del genoma humano o un juez de la Corte
Internacional. Quizá por eso, y más que nunca, tenga fundamentada su existencia la expresión popular, que ejemplifica
la advertencia con el conocimiento, basada en la experiencia de haber sido cocinero
antes que fraile.
Con ese exitoso programa de
entretenimiento donde los pobres concursantes, ciudadanos, y espectadores en
general - a la espera de que se clarifique el monte - aceptamos sumisos el
implacable veredicto de un jurado tan ejemplar que produce grima, sobre todo cuando
después de haber sido vapuleado el concursante en lo más íntimo de su autoestima
por freír mal un huevo -con cara de ser nadie-, el último recurso que le queda es
decir: ¡sí, chef! parece como si nos estuvieran preparando para algo. Yo,
puestos a elegir, prefiero a Chicote.
SALUD