Este
año la llegada del mundial de motos y la reapertura de la ciudad al evento,
está teniendo la acogida esperanzada de los comercios y el asentimiento de los
que en su día protestaban por la pérdida de su paz interior. Que, viéndola amenazada
durante unos demoníacos días, al margen de innobles valoraciones económicas o
de otras índole, llegaron incluso a temer
por sus vidas.
En
este trance, me vienen a la memoria las Fallas de Valencia (en qué estaré
pensado), con esa pesada artillería y esos premeditados incendios imposibles
aquí, en esta serena y susceptible Plaza.
Así
evolucionamos en nuestra ciudad, a golpes de un clandestino y repujado llamador de nuestros escrúpulos más
inciertos. Parecía imposible, pero nos hemos puesto de acuerdo en que no hay
que meter palos en las ruedas; nunca mejor dicho. Casi un milagro.
SALUD