Por lo que seguimos viendo, lo de mantener un criterio serio sobre la nominación de las calles no es algo por lo que el Consistorio pierda el sueño. Pues pensarán que, dada la gravedad de las circunstancias, se trata de un asunto menor, aunque se trate de decisiones desconsideradas con la personalidad histórica de la ciudad.
Es una obligación el reconocimiento a las personas insignes y queridas por los jerezanos. Y, para que quede de por vida constancia de ese agradecimiento a sus méritos, se le dedica una placa en el lugar de su nacimiento, una estatua o una calle, además de organizar algún otro tipo de eventos que honren su memoria. Pero renombrar las calles del casco histórico, por muy bien que se quede con los más próximos, no creo que sea lo más acertado.
Por ejemplo, a la calle Corredera se le quitó el sobrenombre del doctor Fermín Aranda y se le nombró una calle otro lugar; el doctor Fleming tiene su calle en un sitio no menos honroso; y lo de la calle Mariñiguez es que no tiene nombre.
Seamos reposados con estas decisiones y será más justo con la ciudad, con los vivos y los finados. Y, para cuando se necesite, tenemos la rotonda del Minotauro, a la que se le podrá cambiar o duplicar la denominación sin que sea desconcertante. Qué más da.
SALUD
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