La apuesta por las fiestas de la vendimia que desde el Ayuntamiento se ha avanzado en Fitur es una decisión trascendente. Porque la orientación de los contenidos de las fiestas de otoño hacia el sector vinícola es una medida que se viene esperando desde hace años.
Con los contenidos programados podríamos dar por sentado que comenzará una nueva etapa para recuperar la identidad jerezana y la economía agroalimentaria. La pisa de la uva, que se hizo el año pasado de cara a la Catedral como ofrenda a los dioses (así quiero pensarlo), debería ser la celebración mayor de nuestra ciudad y debe tener como objetivo ser un gran día para todo el Marco de Jerez.
Cuando celebremos ese día simbólico, que representa el momento último de la recolección y el nacimiento del nuevo vino, con la asistencia del Presidente de la Diputación, todos los Alcaldes de las ciudades vinícolas de la provincia y una representación de cada bodega, de cada viña, junto con las asociaciones afines, lo habremos conseguido. ¿Es eso un sueño imposible? Empecemos a dar pasos hasta hacerlo realidad.
El sendero de nuestra actividad vinícola viene torciéndose desde hace unas décadas porque el mercado nos estaba dando la espalda y dejamos de creer en nosotros mismos. Y caló hondo en la sociedad jerezana ese declive, porque las bodegas eran empresas con mentalidad de siglos pasados y no contaban con la sociedad jerezana en su conjunto como parte de su capital más perdurable. Por otra parte, tampoco hubo entendimiento con las instituciones, y Jerez, que había padecido una reconversión industrial y cultural de gran calado, declinó su identidad y se abandonó a un futuro de proyectos ajenos a nuestra actividad principal.
NOTA: Podría hablar en estos días de generosa lluvia de los “cajones llenos de documentos” pero acaba de comenzar el espectáculo, y, además, me ha obligado a cambiar de tercio una cita de Shakespeare que dice: La verdad es más extraña que la ficción.
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