jueves, 21 de octubre de 2010

1985 Cuba - Capítulo XXXIII


Pedimos otro mojito, y después de que nos lo sirvieran, nos quedamos un rato en silencio pensando cada uno en sus cosas. Transcurrido aquel paréntesis, me preguntó Germán: ¿Tú sabes lo que significa ser un bolonio perfecto?Qué pregunta, Germán. Pues, no. Todos hacemos el bolo en más de una ocasión. ¿Pero perfecto? No lo sé. Será serlo todo el tiempo o de forma sublime, ¿por qué lo preguntas?-. Porque en una ocasión me paró por la calle un señor muy bien trajeado, con una cartera de piel debajo del brazo, y me lanzó sin esperarme:” ¡Joven!, ¿usted sabe lo que significa ser un bolonio perfecto?”.  Por el acento, no era andaluz ni de Madrid, debía de ser de más arriba. –Seguro, porque esa palabra creo que no es de uso muy común, al menos por allí abajo-. Y a continuación dijo: ¡Es usted demasiado joven para saberlo!”,  “yo se lo diré: Un bolonio perfecto es aquél a quien siempre lo han creído gilipollas. Ahora mismo está usted hablando con uno. ¿Ve usted esta cartera que llevo aquí llena de documentos? Pues, los llevo para quemarlos. ¡Que no se le olvide, joven!” Y siguió su camino. –Andaría un poco fuera de sus casillas, ¿no?- Seguramente,  pero, ¿no tiene su puntito? -La verdad es que sí. De vez en cuando uno se encuentra con este tipo de personas que, en un momento dado, tienen una necesidad imperiosa de dejar testimonios a los desconocidos. Y me parece que en la mayoría de los casos, no lo hacen aleatoriamente sino que intuitivamente eligen a la persona adecuada. Creo que lo hacen con buena intención. Unas veces acertarán y otras no, pero creo que siempre suelen dejar huella. Me parece que en tu caso acertó-. Será el calor lo que me hace recordar súbitamente estas cosas tan raras. -El ron también influye, y la distancia Germán-.

Los cohíbas eran como árboles centenarios que se encuentran en su  plenitud: sólidos, galantes, imperturbables. Parecen hechos para ayudarte a permanecer con la mirada perdida, sin control del tiempo ni del espacio exterior. Lo sostienes encendido en la mano, consumiéndose sin parecerlo, hasta que le vas desprendiendo la ceniza que se resiste en caer. Crees que te lo estas fumando pero es él quien dirige, él conoce a quién lo tiene entre sus manos, es él quien te consume si no sabes ir a su paso.

-¿De dónde te viene el interés por la política?, ¿por ti mismo o tienes algún referente familiar?-, me preguntó Germán. –No. Un referente político claro en mi familia no tengo, tengo algunas referencias. En concreto mi primera experiencia, yo la llamaría político-militar, la tuve en el colegio cuando cantaba, bueno cantar es un decir porque siempre fui incapaz salvando el padre nuestro de aprenderme casi nada de memoria, el Cara al Sol y Montañas Nevadas; seguía la música y lo más pegadizo. ¡No me aprendí aquella canción de Roberto Carlos que se llamaba el gato que está triste y azul!, y mira que fue especial para mí aquella canción. Creo que fue la primera canción que me caló hondo de verdad, te puedes imaginar por qué; luego ya vinieron otras. Casi al mismo tiempo, sí tuve dos reseñas familiares que tienen que ver con dos gritos, así de contundente, con dos gritos literales: uno de carácter social y el otro institucional. -¡Coño!, qué encriptadas las tienes-. Sí, pero yo lo entendí todo muy bien. ¿Y a ti de dónde te viene, de tu familia?-. Bueno, en una parte muy importante, sí. Porque en Morón, al principio de la Guerra Civil, murieron casi todos los hombres de mi familia; que eran bastantes. Tanto por parte de mi padre como de mi madre. Coincidió que los dos tenían familiares que eran maestros y concejales. Morón es uno de los pueblos de la provincia de Sevilla donde se pasó más hambre, y murió gente por esta causa durante más tiempo, después de la guerra; si no el que más. –No fue suficiente con la guerra. Y para lo que vino después ya no quedan muchas palabras-. No quedan, no. Allí mantuvieron el control las fuerzas del Frente Popular durante una semana después del Alzamiento. Durante aquellos días que duró la resistencia, se libraron combates muy duros con las tropas que llegaron de Sevilla y en uno de los  enfrentamientos murió el Jefe de la Columna. Lo que motivó que enviaran rápidamente a casi medio ejército al mando del Comandante Castejón, y lo barrieron todo rápidamente. -¿Se llevarían por delante a medio pueblo, no Germán? -La represión fue salvaje. La resistencia a los fascistas había durado una semana y mataron a unos veintisiete sublevados que tenían detenidos por haber intentado hacerse con el control del pueblo. Entre ellos había falangistas, guardias civiles rebeldes y dos curas. -Los enterrarían con todos los honores-. Con todos los honores por supuesto, y llevaran más misas que la Catedral de Burgos. Dios los tendrá a buen recaudo. Pero, cuando entró Castejón en el pueblo, se cargaron a trescientas personas, la mayor parte de Paradas, un pueblecito muy cercano, dándose la paradoja de que allí precisamente no se había matado a nadie. Así que la inquietud política me tiene que venir de la intensidad de un dolor callado que me habrán transmitido mis padres. No somos concientes de casi nada por lo que tuvieron que pasar para sobrevivir y para sacarnos adelante, en buena medida porque se han guardado para sí lo indecible. –No les quedaban palabras Germán-. Y nosotros aquí de veraneo. Bueno, eso ya pasó, hay que desterrar el rencor, pero no se debe perder la memoria. Eso me enseñaron. Supongo que algún día, cuando todo se normalice, habrá que levantar casi media España para enterrar dignamente a tanta gente inocente, y si se cuelan algunos que no lo merezcan que sea Dios quien los escoja; que él sabrá hacerlo. Cuéntame eso de los gritos que me tienes intrigado. -¿Nos pedimos un cuba libre?-  Venga, el tropicola también entra bien.

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