miércoles, 3 de junio de 2009

Hay que pagar las cuotas


¿Habrá algo más bonito que contribuir pagando a escote porque entre todos podemos más? Por ejemplo: con cada una de las cuotas periódicas que se realizan para la devolución del préstamo hipotecario, una parte importante pasa a engrosar los fondos con los que se construirán más viviendas y así llegará el día en que se cumpla con el derecho de todo el mundo a tener un techo. Pues, no nos entra en la cabeza que con nuestra cuota hipotecaria estamos contribuyendo a construir el bienestar de todos. ¿O no es así?

Las cuotas conforman nuestra vida ordinaria, todos formamos parte, por ejemplo, de una cuota del mercado. Es decir: sólo somos una ración, una pieza contribuyente de todo lo que nos rodea y nos mantiene retenidos socialmente. Somos seres consumibles y por eso somos engullidos en porciones por una parte ínfima de humanos que arrampla para su despilfarro y su capricho con los recursos que pertenecen a todos.

Como hombre-cuota que soy, invierto y aporto con carácter obligatorio o voluntario un porcentaje de los recursos de que dispongo y que se dividen en tangibles y de conciencia. Y, como yo, hay más gente que, dependiendo de sus bienes, creencias o valores, se pasa la vida pagando cuotas, mientras otros se dedican a cobrarlas.

Afortunadamente, hoy la mayoría nos podemos permitir participar voluntariamente en sociedades, hermandades, instituciones de carácter benéfico o medioambiental, de defensa o apoyo de multitud de cosas; en sindicatos o en partidos políticos. Y esto forma parte de una saludable articulación social del estado del bienestar que disfrutamos y contribuimos a mantener, cada cual con su parte de cuota y con arreglo a sus posibilidades.

Pero también hay que tener en cuenta que hay cuotas que son como papeletas de sitio, que, si se dejan de pagar, pueden arruinar la carrera política de cualquiera. ¿O se trata de una ironía?

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