jueves, 6 de mayo de 2010

1985 Cuba - Capítulo VII

La siguiente parada la hicimos en el valle de Dos Hermanas, en el Parque Nacional de Viñales, para visitar el Mural de la Prehistoria. Se trataba de una pintura realizada por Leovigildo González (discípulo de Diego Rivera), en una formación rocosa que los cubanos llaman mogotes. Estas formaciones de roca caliza se formaron originariamente en aguas poco profundas, y emergieron cuando el mar que las cubría, en retirada, las elevó a la superficie. Las pinturas, que fueron trabajosamente realizadas en una pared de la roca, evocaban con llamativos colores, el proceso evolutivo del hombre, y de los animales de la Isla.

Poco después de la travesía por aquél valle que nos conduciría a Pinar del Río, ya por la tarde, llegamos al hotel donde nos esperaba para darnos la bienvenida, la persona que ayudaría a Lina en las tareas de acompañamiento al grupo durante la estancia en la ciudad. Era una mujer joven, con unos leves rasgos asiáticos y una larga melena de un pelo sedoso que le caía, perfectamente ordenado, a ambos lados de la cara.

Guardando una distancia que denotaba cierta timidez, se dirigió al grupo después de la presentación que le hizo Lina. Y con una mirada sosegada y limpia, nos hizo un conciso recibimiento emplazándonos para la mañana siguiente después del desayuno en la entrada del hotel, desde donde emprenderíamos la visita a la ciudad y sus alrededores. A juzgar por el intercambio visual entre los hombres, y la mirada fija de las mujeres en ella, el efecto que causó en el grupo la joven, por sus sencillas y depuradas maneras, fue tan rotundo como inesperado. A continuación, Lina acordó con ella los pormenores del día siguiente, y no señaló el lugar de la cena.


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