Cuando llegó el autobús subimos y tomamos cómodamente asiento prestando atención a las narraciones de nuestra guía. Lina había sido líder estudiantil en la Universidad de la Habana, donde se había licenciado en Historia, y ahora era profesora jubilada y madre revolucionaria, según sus propias palabras. Durante aquel viaje de ida establecimos una buena comunicación con ella y escuchamos con interés sus opiniones sobre diversos asuntos políticos y económicos del país. Nos habló del bloqueo estadounidense y sus implicaciones en la vida cotidiana de los cubanos, de cómo era la vida en la Isla antes de la Revolución, y de los logros alcanzados en la universalización de derechos básicos como la educación y la sanidad. Sin olvidarse, en el momento oportuno, de hacer una orgullosa referencia a los arrestos cubanos para alcanzar su independencia, primero de España y luego de los Estados Unidos.
Curiosamente, no recuerdo que hiciera ningún comentario sobre la influencia de la U.R.S.S, ni tampoco dio muestras de afectividad hacia los soviéticos, a pesar de que en aquellos días eran asiduos visitantes de la isla. Lo que contrastaba bastante con el interés y las muestras de aprecio hacia España, e incluso ponían cierto énfasis al reconocerla todavía como la madre patria. Lo cierto es que me quedó la impresión de que para los cubanos un ruso era algo así como un bienvenido camarada extraterrestre.
Después de unas horas de viaje, antes de llegar al Valle de Viñales pudimos ver a través de las ventanas del autobús las famosas palmeras barrigonas. Luego paramos en un bohío casi a pie de carretera para descansar y refrescarnos. Sobre la barra del bar, construido con planchas y tablones de madera, nos esperaban unas jarras frías de variados zumos de fruta. Elegí un vaso de jugo de lima con poca azúcar, y sentado bajo el emparrado al olor de la tierra recién regada, encendí un par de cigarrillos Partagás, cuya frescura y aroma convirtió mi costumbre de fumar en una ceremoniosa delicia.
Una vez repuestos en aquel estimulante lugar, continuamos la marcha hacia las tierras de Vuelta Abajo: el lugar donde dicen que se produce el mejor tabaco del mundo. En aquella región fue donde el general español Arsenio Linares, durante la guerra de la Independencia, logró cercar al general Antonio Maceo, impidiendo a los mambises abrirse paso entre las tropas españolas. Entonces Lina, haciendo gala de un legítimo orgullo nacional, citó la famosa frase que el general Linares exclamó, sobre el valor que habían demostrado en la lucha los cubanos, dándose la media vuelta: “Caballero esto es boberías; rabia tienen los cubanos”.
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