Todos los años Jerez se renueva cuando al terminar la cosecha y con la pisa de la uva, la tierra nos está diciendo ¡ahí tenéis!, para que el pan tenga un mayor sentido divino.
El camino emprendido por el gobierno municipal de creer y hacer creer en la más importante riqueza que nos ha dado la naturaleza y el trabajo de los jerezanos: El vino de Jerez; es correcto.
El sendero de nuestra actividad vinícola viene torciéndose desde hace unas décadas porque el mercado nos estaba dando la espalda y dejamos de creer en nosotros mismos. Caló hondo en la sociedad jerezana ese declive porque las bodegas eran empresas de siglos pasados y no contaban con la sociedad jerezana en su conjunto como parte de su capital más perdurable. Por otra parte tampoco hubo entendimiento con las instituciones y Jerez que había padecido una reconversión industrial y cultural de gran calado, declinó su identidad y se abandonó a un futuro de proyectos ajenos a nuestra actividad principal; pero de eso hace ya muchos años.
La pisa de la uva que este año se ha hecho de cara a la Catedral como ofrenda a los dioses, debe ser el inicio de una nueva era en la que todos tenemos que poner de nuestra parte, y sobre todo, la parte que nos corresponde.
En años venideros, el lagar y los pisadores podrán ponerse de cara a la gente para que el resplandor del caño de mosto les cambie el semblante, porque eso a los dioses, también les hace felices.
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