miércoles, 25 de marzo de 2009

La crisis del cuello duro

Tener que hablar o escribir sobre la crisis va a terminar por dejarnos sin sangre en la venas; menos mal que ya queda poco para que esté utilizable la sangre artificial. Cuando la tengamos disponible en el mercado, será fácil transportarla y almacenarla. Entonces nos la suministrarán a granel, gracias a que se venderá deshidratada y, con sólo echarle agua, la sangre artificial se convertirá en legítima del grupo 0 negativo.

Para entonces, ya la sangre carecerá de valor afectivo o de linaje y así, poco a poco, lo mismo irá sucediendo con el resto del cuerpo, hasta que llegue el día en que los embriones se adquieran con denominación de origen moral, religiosa o de otro tipo. Por ejemplo: la iglesia católica tendrá los suyos, los presbiterianos también, y no digamos los testigos de Jehová. Pero, claro, para eso todavía falta mucho, afortunadamente.

Una buena noticia, que me agrada especialmente, es el cambio radical que están sufriendo los altos ejecutivos. El caso es que estos astutos y considerados modelos sociales están mutando de forma acelerada, y se están convirtiendo en auténticas ratas a las claras del día. Que en los E.E.U.U., el país en el que por excelencia se ejerce culto al dinero y al éxito, se hable de la avaricia de los villanos de Wall Street y se abogue por normas ejemplarizantes como hacer una ley anticodicia, es como para estar animados y esperanzados en el futuro, sobre todo si les siguen tocando el bolsillo a los americanos.
Y no digamos cómo se las gasta en sus declaraciones el senador republicano de E.E.U.U. Charles Grassley: “que dimitan o se suiciden”. ¡Cómo se está poniendo la cosa contra los referentes de cuello duro! No estaría mal proponer que todos llevemos un lacito a favor de esa siempre oportuna y bíblica ley.

Nota de sociedad:
Estamos de enhorabuena por el parto en el Tempul de la jirafa, Palma. El recién nacido que cayó (pobrecito) desde una distancia de dos metros - el espacio que hay entre la parturienta y la madre tierra - se encuentra en perfecto estado. Igualmente contento está el padre, que se llama Jerez. (Lo de cobrar en el Ayuntamiento tres mil euros en primas, será mentira ¿no?).

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