Me dijo mi amigo, Jacobo que en mi anterior post "Atarse los machos", no me mojo claramente. Así, que me puse a escribir más explícita y detalladamente sobre todo lo que quería decir y que, evidentemente, no conseguí expresar. Pero iba camino de ensayo más que de un artículo de opinión, y terminé por desecharlo. Para que no caiga en saco roto el comentario de mi amigo, rescato la idea fuerza de lo que significa atarse los machos, que además de su definición - prepararse para una acción que entraña dificultad- y como ocurre con casi todo el léxico taurino, va más allá de lo que dice y todo el mundo (de nuestra cultura) entiende emocionalmente.
Quería decir lo siguiente:
La vida de los seres humanos tiene menos valor en la mayoría del territorio de nuestro planeta, que la que tiene un pez o un perro de esos que llevan a la peluquería o al psicólogo; menos valor que una puta chinche.
Los prohibicionistas carecen de alamares que les sostenga sus tesis ramplonas en defensa de la vida o contra la tortura; cuando no tienen huevos, no ya para ponerse delante de un toro, sino para ajustarse los machos y dedicar sus energías a salvar vidas humanas, antes que ponerse a prohibir la tauromaquia.
Algo así tenía que haber dicho, porque todo lo demás puede que ilustre, pero no descabella ¿verdad, Jacobo?.
Un abrazo
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